El triunfo de María Corina Machado en las primarias venezolanas era un evento muy esperable. Tanto, como lo es la imposibilidad de inscribir su candidatura formalmente, debido a la inhabilitación que le han determinado las instituciones estatales.

Los resultados de este domingo, presentados por la Comisión Nacional de Primarias (CNdP), de la Plataforma Unitaria (conglomerado opositor que reúne sus principales partidos), en el que Machado arrasó con el 93 % de los votos durante el proceso de escogencia de un candidato único, genera un debilitamiento de todos los partidos institucionales de la oposición, incluyendo los que acaban de firmar, en Barbados, un acuerdo con el Gobierno de Venezuela, respaldado por varios países occidentales.

El resultado indica que este sector de la población, que apoyó a Machado, está generando un sismo en la institucionalidad de la oposición.

Machado, por su postura radical, había sido apartada de la toma de decisiones de la oposición. Su partido, Vente Venezuela, no ha participado en el G4, ni en la Plataforma Unitaria, las coaliciones que han comandado durante toda la historia reciente las acciones opositoras.

Así que el resultado indica que este sector de la población, que apoyó a Machado, está generando un sismo en la institucionalidad de la oposición y ahora queda en suspenso cómo esta nueva realidad va a afectar la participación opositora, tanto en el evento presidencial de 2024, como en el proceso de diálogo que gestiona Noruega.

Hay que advertir que cuando se lleve a cabo la campaña presidencial estadounidense de 2024, en la que el trumpismo resurge, en paralelo, en Venezuela, una candidata que ha pedido públicamente la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), intervenciones militares y que fue firmante del decreto de la dictadura de Pedro Carmona en 2002, dice que va a llevar su candidatura «hasta el final».

Con tal de ganar en Florida, el trumpismo, como ya hizo, puede ofrecer villas y castillas a Machado, incluyendo reconocerla como presidenta. Es una hipótesis que hoy parece risible, pero cuando el expresidente Donald Trump vaya a hacer ofertas de esas que les gustan al electorado de Miami, no se puede descartar cualquier maximalismo que termine impactando la política electoral opositora como, por ejemplo, recurrir nuevamente al abstencionismo, como en 2018.

El gran dolor de cabeza del triunfo de Machado lo experimenta, con mayor fuerza, la oposición más moderada que estaba planeando una estrategia electoral, pero después del domingo ha perdido todo protagonismo.

Con las campañas paralelas del trumpismo y Machado, el terreno podría estar servido para la repetición de un escenario similar al del gobierno paralelo de Juan Guaidó.

Pero el gobierno venezolano ya ha sorteado escenarios de este tipo y en cada uno de ellos sale más fortalecido. Así que el gran dolor de cabeza del triunfo de Machado lo experimenta, con mayor fuerza, la oposición más moderada que estaba planeando una estrategia electoral, pero después del domingo ha perdido todo protagonismo.

Con el triunfo de Machado en las primarias, aparece de manera oficial en Venezuela el radicalismo de derecha, similar al de otros países de la región, como los casos del exmandatario brasileño, Jair Bolsonaro; el actual candidato argentino, Javier Milei; el excandidato presidencial de Chile, José Antonio Kast; y el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, entre otros.

Machado: una historia de radicalismo
En Venezuela, la derecha siempre ha sido radical, realizando incontables experiencias extralegales y antidemocráticas durante este siglo, pero cuando nombraban candidaturas electorales, los discursos se atemperaban para simular un carácter moderado. Machado, en cambio, siempre se mantuvo en una zona de extremismo ideológico.

En 2002, firmó públicamente el «decreto Carmona» tras el golpe de Estado contra Hugo Chávez, que impuso el breve gobierno de facto de Pedro Carmona. Ese texto disolvió todos los poderes públicos e instauró una dictadura de derecha que fue rechazada por la mayoría de gobiernos del mundo y duró apenas 48 horas.

Machado siempre se mantuvo en una zona de extremismo ideológico.

Hasta entonces su participación era irrelevante, solo que se distinguía por su nicho familiar, uno de los más ricos en el país, desde la colonia.

Así, cuando en 2005 fue recibida en la Casa Blanca por el propio presidente George W. Bush, se convirtió desde entonces en la gran promesa de Washington para conquistar Venezuela.

Pero en Venezuela su propuesta no cuajó. Aunque en 2010 fue electa diputada, en 2012 apenas logró el 3,5 % en las primarias opositoras.

Como hija predilecta de esa clase alta, ha intentado, desde al menos dos décadas, captar la intención de la esfera política. No es una ‘outsider’, y su participación ha sido emblemática en cada uno de los errores de la oposición, dígase golpes, movilizaciones, gobiernos paralelos y cuanta acción extremista han llevado a cabo durante todo lo que va de siglo.

Cuando en 2005 fue recibida en la Casa Blanca por el propio presidente George W. Bush, se convirtió desde entonces en la gran promesa de Washington para conquistar Venezuela.

Uno de sus puntos a favor es que en los últimos años se ha mantenido apartada de la toma de decisiones de la oposición y fuera de su cúpula política, lo que significa un punto a favor debido a la crisis de legitimidad brutal que ésta sufre. Es decir, para ganar las primarias, Machado aglutinó el rechazo contra las instituciones de la oposición (partidos y coaliciones) que han decepcionado al ciudadano opositor, errando una y otra vez.

Así que ahora es su turno.

Con su indiscutible triunfo del domingo, a pesar de solo haber convocado a un grupo muy limitado de electores (en torno a 600.000 según el gobierno y poco más de dos millones según la CNdP, de un padrón de más de 20 millones de votantes), podría convocar nuevamente a la abstención y desconocer los acuerdos de Barbados, como ya ha hecho antes de ganar las primarias.

Hay que recordar que Machado no tiene una estructura partidista con la que tenga que consensuar decisiones. Incluso se ha enfrentado públicamente hasta con algunos halcones de Washington, como cuando le respondió a Elliott Abrams, luego que este la acusara burlonamente de vivir en un «realismo mágico» cuando pedía una invasión que ni los halcones soñaban. Es un tornillo que suele aislarse a la hora del consenso.

Hoy María Corina basa su discurso en una narrativa muy similar a la de Milei. Quiere privatizar las empresas públicas como Petróleos de Venezuela (PDVSA), debilitar al Estado a su mínima expresión y perseguir «comunistas», «chavistas», «terroristas».

Es la derecha radical hecha candidatura en Venezuela. Si termina como una nueva «experiencia Guaidó» o utiliza su poder para jugar racionalmente, como por ejemplo, apoyando otra candidatura que sí esté habilitada, dependerá en mucho de lo que ocurra en EE.UU., durante el reascenso del trumpismo.

Veremos.