Alguna vez, en una noche clara al mirar al cielo, todos hemos visto que hay un anillo blanco completo alrededor la luna. E incluso, en ocasiones se puede apreciar también alrededor del Sol. Este anillo se denomina halo y es un fenómeno muy frecuente en lugares fríos, aunque también puede aparecer en zonas templadas, cuando en la atmósfera hay nubes ligeras y altas del tipo cirroestratos que contengan partículas de hielo en suspensión a altitudes de entre 5 y 10 kilómetros.

Aunque los provoquen cristales de hielo, no significa que no se puedan ver en verano, ya que la atmósfera a estas altitudes tiene una temperatura siempre bajo cero, sea en invierno o en verano.

Esos cristales de hielo tienen una forma hexagonal y cuando un rayo de luz alcanza uno de ellos sufre en primer lugar una refracción, atraviesa el interior del cristal y escapa de nuevo hacia afuera, desviándose 22º con respecto a su dirección original. También la reflexión de la luz en estos cristales es responsable de la aparición de éste fenómeno.

De esta manera, el diámetro del halo es de 22º, lo que corresponde aproximadamente al tamaño de la mano abierta con el brazo extendido, mientras que el tamaño de la luna vendría a ser como el de la uña del dedo meñique . En ocasiones, además del halo de 22º aparece otro menos luminoso pero mayor radio (46º).

Como si la luz estuviera atravesando una nube llena de pequeños prismas, tal como ocurre en el arco iris, la luz blanca se descompone en los colores que la forman.

Si el halo es muy débil, simplemente veremos un círculo blancecino, pero si es muy intenso, podremos percibir a simple vista esos colores, con el círculo rojo en la zona interior, y el azul en la zona externa.

Por supuesto, la atmósfera se llena con un número enorme de cristales y todos refractan la luz de la luna en diferentes direcciones. Pero sólo podemos observar los que tienen una alineación perfecta respecto a nosotros. De hecho, alguien a pocos metros junto a nosotros estará viendo su propia versión del halo, como también sucede en el caso del arco iris.

Ese efecto cromático se observa mucho mejor en los halos de Sol y, en ambos, el borde interno es más definido, mientras que el externo es más difuso. La zona que rodea al halo parece más oscuro que el resto del cielo.

Los cirroestratos, por tanto, son los responsables de los halos. Son nubes con aspecto de velo blanquecino, transparentes y tienen una apariencia fibrosa o lisa. Suelen aparecer después de los cirros, cuando se aproxima un frente cálido, y evolucionan a altoestratos, que suelen desencadenar precipitaciones moderadas.

Las nubes que preceden a estos frentes siguen siempre la misma secuencia. La primera avanzadilla nubosa estaría formada por los cirros y su característico aspecto deshilachado; tras ellos, y en un nivel de atmósfera ligeramente inferior, vendrían los cirroestratos, responsables de velar el cielo y volverlo blanquecino.

Dependiendo de las estaciones del año, las borrascas cruzan a mayor o menor velocidad nuestro ámbito geográfico. Lo normal es que lo hagan más rápido en invierno y más despacio en verano y otoño. La aparición del halo en invierno suele acontecer 24 horas antes que la lluvia, mientras que en primavera-verano llovería 36 horas después de la observación del fenómeno óptico.

Los halos son usados desde antiguo por la gente del campo para pronosticar cambios de tiempo, lo cual, como vemos, es bastante razonable. Sa lluna porta rotlo era la expresión ibicenca para alertar de un cambio de tiempo. En la Península, los refranes también aluden a este fenómeno:

"Luna llena y mojada trae diez días de aguada". La luna mojada significa encerrada en el halo.

"Cuando la Luna tiene halo, mañana húmedo o malo".

"Sol encerrado, pronto mojado" (el Sol encerrado por el halo).