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Afganistán 2023: la desgracia de ser una mujer

Nadie puede decidir si va a nacer, o no, ni tampoco elegir el momento y el lugar de su nacimiento. Pero la hora, el día y el lugar donde una nace puede determinar toda su vida, como si estuviese gobernada por los astros, si ese lugar se llama Afganistán. Porque allí el destino será muy distinto, según uno sea niño o niña. En las áreas rurales de las que yo provengo, la gente normalmente prefiere tener niños, porque en esas áreas las condiciones de vida son muy duras y muy diferentes a las de las ciudades que son capitales de los distritos, equivalentes a las provincias españolas. La vida en el campo requiere muchísimas actividades laborales tanto dentro como fuera de la casa, y por eso las familias prefieren tener niños y no niñas.

La diferencia de trato entre los niños y las niñas es evidente dentro del ámbito familiar, pero también se extiende al resto de la sociedad. Por lo general, las mujeres y las niñas se ven obligadas a respetar un toque de queda nocturno. Después de las seis o las siete de la tarde, no se suele ver a una mujer o una chica en la calle, porque se considera que para ellas no es seguro. El mundo exterior y la sociedad en general no son seguros, y por eso las familias piensan, aunque crean en los derechos y la libertad de las mujeres, que demasiada libertad puede poner a sus hijas en peligro. Por esa razón tienen ciertas prevenciones cuando una mujer decide estudiar ciertas carreras o ejercer una actividad profesional o deportiva. Y es ese miedo de las familias el que limita notoriamente la capacidad de realización personal de las mujeres.

Como yo nací a finales de los años 90, no recuerdo nada del primer período del gobierno talibán. Mi infancia y mis años escolares transcurrieron en unas condiciones vitales aceptables gracias a la intervención internacional en Afganistán. Los talibanes fueron apartados del poder y se estableció un nuevo gobierno. Se aprobó una constitución que en teoría prohibía la discriminación contra las mujeres. Las mujeres tuvieron acceso a las escuelas y las universidades. E incluso, en algunos casos, se establecieron medidas de discriminación positiva a su favor. Así, por ejemplo, el 27% de los escaños parlamentarios se les reservaron a ellas, incluso si tenían menos número de votos, pero para mí el cambio más importante fue que las mujeres pudimos estudiar y trabajar con libertad.

Según iba creciendo, me di cuenta de todas las restricciones para las mujeres y las niñas que obstaculizaban su vida. Así, por ejemplo, solo en muy pocas ciudades las mujeres tenían derecho a obtener el carnet de conducir. En la mayor parte de las ciudades, las mujeres siguieron estando inseguras en las calles, y se les prohibían cosas tales como montar en bicicleta o motocicleta, conducir coches e incluso pasear por los parques.

A pesar de las dificultades, tras la caída del primer gobierno talibán, se consiguió en las ciudades hacer que las mujeres y las niñas pudiesen decidir lo que ellas querían llegar a ser. Las mujeres pudimos estudiar diferentes carreras, y ser maestras, enfermeras, médicas, abogadas, juezas, deportistas, periodistas y trabajar como funcionarias y en distintas empresas. Además, las mujeres pudimos participar en la política y alistarnos en el ejército y la policía. Uno de los empleos más seguros para las mujeres era ser profesoras. Por eso, cuando yo entré en la universidad, decidí estudiar filología persa para poder ser profesora en el futuro, pensando que siempre iba a haber escuelas y que los niños y las niñas seguirían necesitando aprender la lengua persa. También quería algún día llegar a ser pintora.

Afganistán siempre ha permanecido aislado del resto del mundo. No tiene acceso al mar y las comunicaciones interiores son muy difíciles porque no hay una red de ferrocarriles, y aunque hay ríos, no hay tráfico fluvial. Ese aislamiento explica la resistencia a introducir cualquier tipo de cambio, aunque pueda ser beneficioso para el país. Por desgracia, la ideología islamista de los talibanes y de todos los demás partidos y movimientos islamistas, asocia a las mujeres con la seducción y con el peligro de conducir a los hombres al pecado y de propagar el vicio en toda la sociedad. Por esa razón, cuando los talibanes tomaron el poder, suprimieron el Ministerio de los derechos de las mujeres, cambiándolo por el Ministerio para la propagación de la virtud y la prevención del vicio. En estos momentos, Afganistán es el único país del mundo en el que las niñas no pueden acceder a la enseñanza media. Los talibanes, que son todos hombres y que forman un gobierno de mulás, exclusivamente masculino, prohíben la participación de las mujeres en cualquier aspecto de la vida social.

El nuevo gobierno talibán empeoró muchísimo la situación de las mujeres: se les quitó el derecho a la educación, al trabajo y a cualquier tipo de ocio, que son los derechos humanos más importantes. Un año y cinco meses después de la toma del poder por los talibanes, han acabado con la dignidad de las mujeres, y las llevan a una situación desesperada adoptando continuamente medidas contra ellas.

Los talibanes aplican la sharía islámica en su versión más estricta, que supone la violación de todos los derechos humanos de las mujeres. La lista de cosas que las mujeres y las niñas no pueden hacer es larguísima. No se pueden vestir como a ellas les guste, a partir de los 12 años no pueden ir a la escuela y no tienen derecho a trabajar. No pueden salir de casa a menos que vayan acompañadas por un mahram, o carabina. Y no pueden mostrar ni siquiera un centímetro de su cabello en público. No tienen derecho a la asistencia sanitaria si los médicos son hombres. No pueden participar en política ni hablar en público, y son castigadas con latigazos y lapidaciones llevadas a cabo en público para sancionar cualquier relación sexual fuera del matrimonio. La capacidad de castigar a las mujeres y a las niñas es casi infinita. Las chicas que practicaban diferentes deportes profesionales ya no los pueden practicar. En algún caso, siguen yendo a gimnasios clandestinos, pero eso puede suponer un gran peligro para sus familias, sobre las que se puede tomar venganza.

La toma del poder por los talibanes supuso el hundimiento de todas las instituciones que defendían los derechos de las mujeres, y todas las mujeres y los niños que recibían apoyo de ellas han quedado desamparados. Tras ella, pequeños grupos de mujeres salieron a las calles para protestar, pero inmediatamente fueron amenazadas, arrestadas y torturadas. Muchas fueron detenidas, obligadas a casarse y también violadas. Las mujeres que desobedecen las normas de los talibanes no solo se ponen en peligro a sí mismas, sino también a su familia, que puede ser detenida. Tras el cierre del Ministerio de los derechos de las mujeres, ya no hay protección para las mujeres y las niñas que sufrían violencia machista, porque los talibanes también cerraron las casas de acogida para mujeres que se habían establecido con el gobierno anterior.

Incluso antes de esta toma del poder una de cada tres chicas afganas era obligada a casarse antes de cumplir los dieciocho años, pero este porcentaje se incrementó muchísimo después del 2021. Las familias tienen muchísimo miedo de que los talibanes se lleven a sus hijas, y la extrema pobreza fuerza también los matrimonios pactados. Y lo que es peor, algunas familias buscan desesperadamente casar inmediatamente a sus hijas para protegerlas de la posibilidad de que sean obligadas a casarse por la fuerza con un soldado talibán. Esto es así porque la ley islámica prohíbe que una mujer ya casada pueda ser obligada a casarse con otro hombre. Ahora que todas las escuelas y universidades están cerradas y que el futuro laboral de las mujeres es prácticamente nulo, las familias intentan presionar a sus hijas para que se casen inmediatamente. Yo he sufrido personalmente esta presión y es lo que me obligó a exiliarme de mi país.

Tras la toma del poder por los talibanes, hemos visto no solo como el presidente salió precipitadamente del país, traicionando a su pueblo, sino como también muchos hombres se fueron, dejando abandonadas a sus esposas e hijos. Hay noticias en los periódicos afganos que todavía se pueden publicar online que muestran cómo los hombres que dejan abandonadas a sus mujeres se divorcian de ellas desde fuera del país. Ahora las mujeres solo pueden suplicar lo siguiente: “a veces le pido a Dios que haga nuestras vidas mucho más cortas, porque solo así podremos dejar de sufrir y de tener que pensar todos los días en conseguir ese pan que es casi imposible de encontrar”.

Morir pronto para una mujer es una suerte. He visto personalmente cómo los talibanes golpeaban a las mujeres. Yo era una estudiante en Herat, y cuando se cerró la universidad, poco antes de que los talibanes ocuparan la ciudad, mi familia y yo nos fuimos a Kabul. Entre agosto de 2021 y comienzos de 2022, estaba en Kabul y comencé a recibir llamadas telefónicas de números desconocidos y de personas que me pedían que me encontrase con ellos. No es que yo fuese una persona muy popular. Lo único que había hecho era militar en la universidad contra el fundamentalismo islámico y hablar libremente en las clases y con los compañeros. Por supuesto los simpatizantes talibanes y de otros grupos islamistas, de los que están llenas las universidades, fueron tomando nota de todo lo que yo había dicho y por eso comenzaron a llamarme para amenazarme.

Paralelamente, mis familiares y sus conocidos comenzaron a llegar a mi casa con un montón de proposiciones de matrimonio con hombres de su familia. Las rechacé todas porque me negaba a casarme de semejante manera. Me di cuenta de que era imposible para mi volver a la universidad, acabar mi carrera y luego conseguir un trabajo. Tenía que decidir si me casaban con alguien que quería aprovecharse de las dificultades de las familias con hijas, que tenían miedo de los talibanes, o salir de Afganistán lo más pronto posible. En marzo de 2021, con muchísimas dificultades, conseguí llegar a Ghazni, mi provincia natal, acompañada por un miembro de mi familia, con la intención de conseguir un pasaporte. Y allí pude ver directamente cómo los talibanes golpeaban en público a las mujeres desesperadas que hacían cola para conseguir un pasaporte para poder salir del país. No es que quisiesen disolver la cola, sino que simplemente las golpeaban por golpearlas. Para evitar tener que sufrir la agresión, decidí esperar varios días para ir a la oficina de pasaportes, hasta que al fin volví a Kabul, donde conseguí un pasaporte mediante un soborno. Más tarde conseguí escapar a Pakistán y con la ayuda de mis amigos y de algunas organizaciones llegué a España a comienzos de agosto de 2022.

31 dic 2022 / 01:00
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