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10 años después del peor derrame de petróleo, el riesgo de otro accidente es aún mayor

© France 24

El 20 de abril de 2010, la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, situada en aguas del Golfo de México a unos 66 km de las costas de Louisiana, sufrió una explosión que dejó 11 trabajadores muertos. El petróleo brotó sin control durante 87 días y se convirtió en el peor desastre ambiental en la historia de Estados Unidos y en el más grave derrame accidental de crudo en el mundo.

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Casi tres meses tardaron en lograr sellar definitivamente el pozo Macondo desde donde salían sin control más de 50.000 barriles de crudo diarios. En total, se calcula que unos 795 millones de litros fueron derramados en el mar. La cantidad de petróleo se extendió por unos 149.000 km2 del Golfo, más área que todo el estado de Louisiana donde se originó el derrame que afectó a más de 2.000 km de costa desde Texas hasta Florida.

Mapa de la región del Golfo de México afectada por el derrame de petróleo de BP
Mapa de la región del Golfo de México afectada por el derrame de petróleo de BP © France 24

En total, el derrame le costó a la petrolera más de 65.000 millones de dólares en compensaciones y ayudas para la limpieza y recuperación de la zona y le costó el puesto al entonces director ejecutivo de BP, Tony Hayward.

La responsabilidad de esta tragedia fue compartida, así lo determinó la Justicia estadounidense en 2014: en un 67% BP, que se declaró culpable en 2011 de todos los cargos presentados en su contra, incluyendo 11 cargos de homicidio involuntario. Otro 30% de la responsabilidad fue adjudicada a Transocean, dueña de la plataforma, y el 3% final se lo atribuyeron a Halliburton, encargada de asegurar con cemento el pozo de extracción.

Según el fiscal general de Estados Unidos en ese entonces, Eric Holder, "esta decisión servirá para disuadir a cualquiera que tenga la tentación de sacrificar la seguridad y el medio ambiente a cambio de ganancias". Sin embargo, diez años después de la explosión, el riesgo de un nuevo derrame es mayor. Así lo asegura un reporte hecho por la fundación Oceana, una organización que aboga por la conservación de los océanos, con motivo del décimo aniversario del derrame de petróleo en el Golfo de México.

Muchas de las regulaciones adoptadas en los años siguientes al derrame de BP están siendo flexibilizadas por el Gobierno del presidente Donald Trump, que propuso en 2018 abrir todas las aguas del país a la exploración y explotación petrolífera.

Diane Hoskins, directora de campañas de la organización advierte que "es probable que exista un mayor riesgo de derrame hoy en día, ya que se está perforando a más profundidad y a mayor distancia de la costa (…) El presidente Trump ha propuesto abrir casi todas las aguas de Estados Unidos para exploración y perforación, mientras que al mismo tiempo quita varias de las medidas de protección puestas en marcha en respuesta a este desastre. Estamos hablando de más perforación con menos seguridad: es una receta perfecta para el desastre."

El costo ambiental del derrame de BP fue inmenso

El torrente de petróleo que emanaba del pozo afectó a una gran variedad de ecosistemas: desde los existentes en lo más profundo del mar donde estaba situado el lugar de extracción a unos 1.500 metros de profundidad, hasta las desembocaduras de los ríos Mississippi y Atchafalaya y las costas de Texas, Louisiana, Mississippi, Alabama y Florida. Miles de animales se vieron afectados y cientos de kilómetros de manglares y humedales murieron. En los lugares más afectados se vio una reducción en la cobertura de plantas de un 53%. 

Estimado de los animales muertos a causa del derrame de petróleo de BP.
Estimado de los animales muertos a causa del derrame de petróleo de BP. © France 24

Estos ecosistemas ya están viendo su cobertura reducida por una variedad de factores, como el aumento del nivel del mar o la erosión causada por proyectos de infraestructura en la costa muchos de ellos relacionado con la industria extractiva de gas natural y petróleo, precisamente. El Servicio Geológico de Estados Unidos reveló en 2016 que tan solo en Louisiana cada 100 minutos se pierde el equivalente a un campo de fútbol de humedales y ciénagas, una cifra muy preocupante si tenemos en cuenta que estos son esenciales para la reproducción y alimentación de muchísimas variedades de peces y aves, además de funcionar como barrera de protección contra huracanes y tormentas que tanto abundan en el Golfo de México y que debido al calentamiento de los océanos son cada vez más potentes.

Un estudio revela que muchos peces en el Golfo tienen hidrocarburos en el sistema

En un informe hecho por la Universidad del Sur de la Florida entre 2011 y 2018 encontraron que cada uno de los 15.000 peces estudiados en las aguas del Golfo, desde México hasta Florida, tenían residuos de hidrocarburos, una señal de la constante contaminación a la que están expuestos en esta zona que tiene más de 2.000 plataformas petrolíferas y tantos kilómetros de oleoductos que podrían darle la vuelta a la Tierra. Este estudio también reveló que ha habido un descenso de entre el 30 y el 40% de biodiversidad en las zonas submarinas cercanas al pozo. Varios investigadores estiman que el ecosistema del fondo marino tardará entre 50 y 100 años en recuperarse.

Pero si algo bueno salió de este desastre es que se aprendió mucho acerca de dónde deben concentrarse los esfuerzos de limpieza y recuperación de ecosistemas.

El dinero aportado por la petrolera BP, hizo que sobre todo se puedan investigar más y conocer mejor los hábitats afectados y su funcionamiento y las mejores maneras de abordar este tipo de situaciones para minimizar el impacto de futuros derrames de petróleo.

Según Brian Roberts, director asociado del departamento de ciencia del Consorcio Marino de las Universidades de Louisiana (LUMCON), dedicado a estudiar el impacto de derrames en humedales y manglares, se han "hecho grandes avances de restauración luego del derrame, en comparación con otros derrames, porque hemos aprendido mucho acerca de qué acciones son eficaces. Hemos logrado replantar áreas afectadas por el crudo de manera eficiente y tras este derrame hemos evaluado frecuentemente la eficacia de diversas técnicas en distintas condiciones que aún no conocíamos en derrames anteriores".

Un océano sano y resiliente provee más trabajo que la industria petrolera

El Golfo de México es de donde proviene el 17% de toda la producción petrolera de Estados Unidos y miles de personas dependen de esta industria para sobrevivir pero, según Oceana, es necesario resaltar que el futuro de las comunidades costeras depende mucho más de un océano fuerte y resiliente que de la industria petrolera que, además, depende de un recurso finito.

Diane Hoskins recuerda que "cualquier debate acerca de los beneficios económicos de la industria del petróleo y del gas no tiene en cuenta a todas las comunidades que dependen de un océano sano y de playas sin petróleo para sus economías. Desde la pesca, el turismo o las actividades recreativas, todas estas economías dependen de un océano limpio y sano. La diferencia entre estas actividades y el petróleo y el gas es que una vez que el petróleo y el gas se acaben, también se acaban esos trabajos. Sin embargo, un océano sano y manejado de manera adecuada puede sostener la economía durante muchas décadas".

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