Ron Mueck: una ‘Vanitas’ del siglo XXI

CULTURA/S

El artista australiano llena con sus esculturas gigantes la Fundación Cartier de París: cráneos, bebés, perros enormes que cuestionan las distancias entre lo que vemos y la verdad de lo que vemos

Una visitante ante la escultura de la recién nacida 'A girl', 2006

Una visitante ante la escultura de la recién nacida 'A girl', 2006

Fondation Cartier

Mucho tiempo hemos estado tratando de explicar y entender el hiperrealismo de Ron Mueck (Melbourne, 1958). Ahora tenemos una nueva ocasión de hacerlo visitando la exposición de La Fondation Cartier pour l’Art Contemporain de Paris, comisariada por Hervé Chandès y Charlie Clarke, en lo que es la tercera ocasión en que artista y fundación colaboran juntos.

Durante la visita no he cesado de pensar acerca de la inquietante presencia de esas más de cien inmensas calaveras desparramadas por las salas transparentes del edificio, de la obra Mass (2017), título que debe entenderse en su acepción de “misa” y no de “masa”, y de la reciente Dead Weight (2021), porque me parecían el reflejo de mi misma ante las dudas existenciales de nuestra época.

Las calaveras gigantes de 'Mass', 2017

Las calaveras gigantes de 'Mass', 2017 

Fondation Cartier

Pero esa figuración de la mente duró apenas unos segundos tras comprobar el efecto en la conciencia de una propuesta estética que me ha hecho recordar de inmediato el cráneo visto en forma de anamorfosis del cuadro Los Embajadores de Hans Holbein (1533), aunque en ese caso se trataba de ver el esfuerzo por seguir la vida de una diplomacia perdida y por supuesto la Vanitas : me detuve en el paralelismo para señalar los nexos de aquel pasado de comienzos del Mundo Moderno con la rabiosa actualidad de un futuro después de la última posmodernidad, porque todo mi ser gravitaba sobre las esculturas de Ron Mueck como si fuesen unas escamas sobre mis ojos sin dejarme ver que la luz ya no está encendida.

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Ron Mueck en su estudio trabajando en su instalación 'Three dogs'  

Gautier Deblonde

Y luego se me hacía inteligible el hiperrealismo al igual que, después de la metempsicosis, la muerte adquiere otro significado, ya que el hiperrealismo aquí expuesto nos coloca frente a una visión del mundo, en la cual los objetos aparecen como elementos sin causa, incomprensibles, ciertamente oscuros, ambiguos, amenazantes como esa jauría de perros enormes, Three Dogs que nos invitan a preguntarnos a qué obedecen, y porqué nos dan miedo, mientras escuchamos a nuestro alrededor sonidos poco definidos, que señalan las distancias entre lo que vemos y la verdad de lo que vemos, como el canto de un pájaro en el bosque denota la extensión de los campos desiertos, por donde un viandante marcha de
prisa hacía la estación cercana; y el camino que recorre se va a grabar en sus recuerdos por la excitación que le dan los lugares nuevos, los actos desusados, la charla reciente, los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y en la dulzura del próximo retorno.

Este es el momento en que una sociedad enferma se despierta, sobrecogida por el dolor a la que es sometida, y
siente una intensa alegría al modo de Georges Bernanos, al ver la expresión de sus angustias reflejadas en unos
objetos de incomparable misterio. ¡Qué gozo! Ron Mueck nos lleva de nuevo al amanecer de un nuevo día, lejos pues de las noches atormentadas, insomnes. Como una invitación a levantarnos, a hallar alivio en nuestros esfuerzos. Y en la esperanza de ser confortados ante la capacidad de sufrir cuando se aprende a escuchar los chasquidos orgánicos de unos objetos que permiten abrir los ojos de verdad para mirar al calidoscopio de la oscuridad en la que vivimos, para saborear, gracias a un momentáneo resplandor de la conciencia, el
sentido en el que están sumidos los
objetos.

‘Man in a Boat’ (2002)

‘Man in a Boat’, 2002 

Fondation Cartier

Otras veces, como sucede con A Girl (2006), se prueba el misterio del nacimiento de una criatura. El espectador siente su propio calor y también lo matérico de las vísceras y la sangre. Como en una bofetada de realidad, lo busca en lo que ve y le despierta como en el origen. Todo el resto de los mortales se aparecen como cosas muy borrosas junto a esa A Girl : nos hace pensar en el calor de su presencia y casi duele el peso de su cuerpo. Sí, como ocurre algunas veces, se nos presenta con el semblante de una mujer que va a mostrarse con un único fin: el encontrarla; lo mismo que esas personas que salen de viaje para ver con sus propios ojos una ciudad deseada, imaginándose que en una cosa real se puede saborear el encanto de lo soñado.

Cuando contemplamos Man in a Boat (2002), inquietante imagen de un hombre sentado en la proa de un barco, vemos que tiene en torno suyo, como un aro, el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos. Al tomar conciencia de sí, y taparse con las manos su desnudez, los consulta instintivamente, y, en un segundo, lee el lugar de la tierra en que se halla, el tiempo que ha transcurrido hasta su despertar; pero estas ordenaciones pueden confundirse y quebrarse hasta el punto de que, dijo de él Justin Paton, parece “retirarse o adentrarse en estados interiores a los que no podemos acceder”.

‘This Little Piggy’ (2023)

‘This Little Piggy’, 2023 

Fondation Cartier

Porque, si después de una noche de insomnio, en la madrugada, se sorprende en esta postura es porque sabe que el sol es la llamada que le hará recorrer a toda velocidad los caminos del tiempo y del espacio, y en el momento de abrir los párpados se figurará que se echó a dormir unos meses antes y en una
tierra distinta.

Y así el hiperrealismo de Ron Mueck va recomponiendo lentamente los rasgos peculiares de la personalidad humana con el espíritu en conmoción, para averiguar, sin llegar a lograrlo, en dónde se está, mientras todo gira en la oscuridad: las cosas, los países, los años. Ver esta exposición es una poderosa e inolvidable experiencia.

Ron Mueck. Fundación Cartier. www.fondationcartier.com.París. Hasta el 5 de noviembre.

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