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¿Es cierto que la Gran Muralla China puede verse desde el espacio?

Es un mito persistente. Pero, ¿realmente puede contemplarse esta maravilla arquitectónica desde el espacio?
Una sección de la Muralla China al norte de Beijing.
Tourists go sightseeing on the Great Wall of China during a weekend holiday at Badaling, north of Beijing Saturday, June 2, 2012. (AP Photo/Andy Wong)AP / AP

Entre las afirmaciones y las leyendas que desde hace décadas circulan sobre la geografía, la historia y la cultura de China se encuentra la creencia de que la célebre muralla, orgullo nacional y encanto de turistas, resulta tan enorme e imponente que puede ser observada desde el espacio.

El mito comenzó a andar en 1754, salido del imaginario del anticuario inglés William Stukeley, más de dos siglos antes de que se produjera el primer viaje de un ser humano al espacio sideral.  

Al referirse a la Muralla de Adriano erigida hacia el año 122 de nuestra era en la isla de Britania, Stukeley llegó a escribir: “Esta asombrosa muralla solo es superada por la Muralla China, que forma una considerable figura sobre el globo terrestre, y que podría ser vista desde la Luna”.

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Empezaba, pues, una larga historia de malentendidos y de afirmaciones sin basamento alguno.

De manera que no solo los poetas le adjudicaban sus penas al satélite natural del planeta Tierra, sino que ya había quien se atrevía a situarlo como punto esencial para observar apenas un recodo de nuestro mundo.

Esta leyenda continuó su camino creciente, y en 1932 una caricatura de la revista Ripley's Believe it or not! olvidaba las pirámides de Egipto y consideraba a la Muralla China como “el más asombroso trabajo del hombre, el único que sería visible desde la superficie de la Luna”.

Por su parte, en su libro Second Bool of Marvels: the Orient, de 1938, Richard Halliburton insistía en que esta era la única construcción humana visible desde la Luna.
De ahí que no resulta extraño que esta afirmación se repita todavía en constantemente en los libros de texto con los que los escolares de más de medio mundo abren los ojos al conocimiento y a la historia.

Y claro que, vista la envergadura faraónica de su construcción y la inmensidad de su estructura, cualquiera hasta nuestros días todavía pueda creer que el trazado sinuoso de este muro de más de 21 mil kilómetros pueda ser observado a simple vista desde los 50 o a los 100 kilómetros de altitud sobre el nivel del mar.

La Gran Muralla de noche.
Chinese men stand near the entrance to a tower along a section of the Great Wall of China lit by blue light to commemorate the 70th anniversary of the United Nations on the outskirts of Beijing, China, Saturday, Oct. 24, 2015. More than 200 iconic monuments, buildings, museums, bridges and other landmarks around the world were lighted up with blue - the official color of the United Nations to mark its 70th anniversary. (AP Photo/Ng Han Guan)AP / AP

Esta última es la llamada Línea de Karman, es decir, la frontera entre nuestro mundo vivible y lo desconocido, según disposiciones de la Federación Aeronáutica Internacional.

Pero resulta que este mito por ninguna vía ha sido fundamentado a partir de un basamento científico.

Bastó que el equipo integrado por los astronautas Buzz Aldrin, Michael Collins y Neil Armstrong emprendiera en 1969 su expedición a la Luna, a bordo de la nave Apollo 11, para que el mito de la Gran Muralla China visible desde el espacio empezara a desvanecerse.

Si bien es cierto que la frase más célebre de Armstrong resultó “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”, hubo un momento posterior en el que el mismo ingeniero de vuelo y piloto aseguró que desde la Luna era posible definir la silueta de los continentes y hasta ciertos lagos, pero que resultaba totalmente imposible distinguir cualquier obra ideada y ejecutada por la mano del ser humano.

“No creo –aseguró Armstrong-- que, por lo menos con mis ojos, habría alguna construcción humana visible para mí. No he conocido a nadie que me haya dicho que han visto la Muralla China desde la órbita terrestre. Le he preguntado a mucha gente, particularmente a gente del transbordador, que han orbitado varias veces sobre China durante el día, y aquellos con los que he hablado no la han visto”

Una sección de la Muralla China en la provincia de Hebei
A tourist climbs part of the Great Wall after a snow in Luanping, in northern China's Hebei province, Friday, Dec. 14, 2012. (AP Photo/Alexander F. Yuan)AP / AP

Años después, otro astronauta de la NASA, Jeffrey Hoffman, abundó sobre el hecho de que durante sus incursiones en el espacio entre 1985 y 1996 jamás había podido ni siquiera vislumbrar el dibujo de la Muralla China ni de ninguna otra obra de la ingeniería.

Estos desmentidos no fueron más que el inicio de una larga batalla por el desmantelamiento de un mito que no se sostiene por sí solo. Porque en efecto, estamos ante una magnífica obra arquitectónica, sobre todo teniendo en cuenta que su edificación se inició en el siglo III antes de Cristo, pero tampoco debemos caer en la trampa de los mitos y las idealizaciones.

Bastaría con un análisis rutinario para caer en la cuenta de semejante e histórico error. Si bien la Gran Muralla exhibe una longitud de hasta 21 000 kilómetros, el ancho de sus muros es tan ínfimo, visto a escala planetaria, por lo que no solo desde la Luna sería imposible avizorarla, sino incluso desde una nave espacial que se encuentre a mayor proximidad del planeta Tierra.

¿Acaso qué representan seis metros de grosor, cuando observamos un objeto desde al menos 150 kilómetros de altitud? ¿Cómo sería posible observar una estructura tan estrecha que, para colmo, no destaca por su color, sino que tiende a confundirse con los tonos pictóricos de la tierra que la rodea?

Si el ojo humano fuera capaz de detectar una franja tan ínfima y ridícula a semejante altura, entonces cualquiera de nuestros edificios y casas, estructuras de veinte, cuarenta y hasta cien metros de espesor, resultarían también observables desde el espacio.

Mucho menos sentido tendría especular sobre la opción de observar la Muralla China nada menos que desde la Luna, toda vez que esta se encuentra aproximadamente a 370,000 kilómetros de nuestras narices.

Este viejo mito que todavía muchos sostienen ha sido protagonista de incluso algunas desilusiones colectivas, como la que tuvo lugar hace unos años.

“Vista desde el espacio, la Tierra es hermosa, pero yo nunca vi a nuestra Gran Muralla”. Estas fueron las palabras que en el otoño de 2003 profirió Yang Liwei, el astronauta protagonista de la primera misión espacial concebida en el gigante asiático.

Años después, otros astronautas han regresado a casa con alguna que otra imagen, y sobre todo con muchas dudas, pues según la posición de la nave e incluso las condiciones atmosféricas del momento, puede que hayan podido captar el dibujo sinuoso de alguna autopista.

Porque en efecto, si se tiene en cuenta que una estación orbital se mueve alrededor de la tierra en apenas unos 90 minutos, a una velocidad de ocho kilómetros por segundo (o más de 28.000 kilómetros por hora), y que, además, este desplazamiento tiene lugar a unos 360 kilómetros de altitud, pues se comprenderá que una edificación como la Muralla China, más estrecha que un apartamento común, no pueda ser captada tan simplemente por el ojo humano.

De ahí que la declaración de Liwei no haya sido del agrado de las autoridades chinas, quienes, desde tiempo inmemoriales, dan por hecho en los libros de textos que, por a su magnificencia, la Gran Muralla destinada a impedir las invasiones bárbaras puede ser observada desde lo más alto, más allá de la atmósfera terrestre.