Un nuevo volcán ruge en Islandia

Los dioses vikingos braman de nuevo en Islandia y agrietan la península de Reykjanes para que brote la lava.
Erupción del volcn Fagradalsfjall en Reykjanes Islandia
Getty Images

Volcán e Islandia son dos palabras que suelen aparecer juntas de manera recurrente. El pasado 10 de julio, y tras varios días seguidos de temblores sísmicos, el árido suelo de la península islandesa de Reykjanes volvió a abrirse para que la lava fluyera con violencia. No es algo nuevo. Durante los últimos tres años ha ocurrido tres veces.

Los islandeses son gente curtida y dura que se encuentra totalmente habituada a convivir con los retos que les propone la auténtica dominadora de la isla: la madre naturaleza.

Ellos no eligieron nacer en un país situado justo sobre el lugar donde confluyen las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia, pero aceptan su destino y se adaptan a él sin rechistar lo más mínimo. Y no todo es malo.

La gran actividad volcánica de Islandia genera una ingente cantidad de energía geotérmica en un país en el que la factura eléctrica nunca fue un tema de preocupación social. Como todo, es cuestión de mirar el lado positivo de las cosas.

Además, los últimos volcanes que han cobrado vida en el país lo han hecho en una zona completamente deshabitada, sin entrañar ningún peligro para la población y regalando un espectáculo que queda grabado a fuego –en sentido estrictamente literal– en la memoria de quienes tienen la fortuna de presenciarlo.

Volcán en erupción en la península de Reykjanes.Alamy Stock Photo

LA PENÍNSULA DE REYKJANES, UN PARAÍSO VOLCÁNICO DE ASPECTO LUNAR

En el extremo suroeste de Islandia, una península destaca por su gran actividad volcánica. Su nombre es Reykjanes y la población de Keflavík –junto a la que se encuentra el principal aeropuerto del país– es su centro administrativo.

Los más veteranos de los algo más de 7.000 residentes de esta localidad aún recuerdan el boom económico que supuso el establecimiento de la base militar norteamericana que operó aquí entre 1951 y 2006. Hoy en día, es una ciudad adormecida que vive de la pesca y el aeropuerto.

Sin embargo, de vez en cuando, hay otra cosa que saca de la rutina a los habitantes de Keflavík: los temblores de tierra y las explosiones volcánicas. Nada mal para mantener la chispa de la vida.

Y es que, en esta región se halla el Sistema Volcánico de Reykjanes, una gran extensión de terreno compuesta por inmensos campos de lava, cráteres basálticos e incontables fisuras y fallas. El de Reykjanes es uno de los más importantes sistemas volcánicos de los 32 que se encuentran activos en la isla en este momento.

El paisaje resultante posee cierto aire lunar y un inequívoco toque melancólico y post apocalíptico. Los núcleos poblacionales se concentran a lo largo de la costa bañada por las aguas del Atlántico Norte, pero la zona interior carece prácticamente de cualquier atisbo de vida.

En ella tan sólo medra ese característico –y tan apreciado, por sus atributos medicinales– musgo islandés, en una paleta cromática en la que se combinan colores oscuros y pardos. Sin embargo, cada cierto tiempo esto cambia.

De repente, y tras avisar durante días con temblores sísmicos de distinta magnitud, la tierra de Reykjanes se abre y un líquido viscoso, que proviene del mismo corazón de la Tierra a temperaturas infernales, llena de color esos mortecinos valles. El espectáculo es tan bello que duele mirarlo.

Da igual que sepamos que esa fascinante lava no trae vida a esa tierra condenada. Su efecto es tan hipnotizador que quedaremos atrapados en el bello presente con el que nos obsequia.

Ruge la tierra.Alamy Stock Photo

UNA FISURA ENTRE DOS PEQUEÑAS COLINAS

La nueva grieta candente que se ha abierto en la península de Reykjanes se encuentra muy próxima a las dos que aparecieron en los años 2021 y 2022. En aquellas ocasiones, los valles de Geldingadalur y Meradalir fueron los protagonistas.

En 2023, la lava ha comenzado a fluir a través de una fisura, de unos 900 metros de largo, que se encuentra en la hondonada que se extiende entre dos picos que no alcanzan los 400 metros de altura: Litli-Hrútur y Keilir. Un lugar que se halla a tan sólo 30 km de la capital del país, Reikiavik.

Sorprendentemente, esas tierras yermas –que bien podrían servir de escenario real para representar al Mordor de El Señor de los Anillos– son de propiedad privada, pero su dueño permite que se acerquen todos aquellos que quieran presenciar esta maravilla de la naturaleza en primera persona.

Eso sí, previo pago de 1.000 coronas islandesas por cada vehículo que quiera aparcar en los únicos lugares de estacionamiento habilitados para los visitantes. Nadie debe sorprenderse por ello. El hombre ha sabido lucrarse gracias a la naturaleza desde tiempos inmemoriales.

Valle de Geldingadalur (Islandia) en 2021.

Björn Steinbekk

UNA RUTA POR MORDOR CON UN FINAL INOLVIDABLE

Cómo afrontan las autoridades el tema de los volcanes en este país es algo digno de estudio. Si un volcán de Islandia entra en erupción en una zona deshabitada y “segura” para la población, las autoridades islandesas se encargan incluso de crear senderos que faciliten el acceso al lugar.

Gracias a ello, y a que el nuevo volcán ha despertado sólo unos kilómetros al norte de las erupciones de 2021 y 2022, ya existe, tan sólo unos días después de iniciarse el vertido de lava, un camino que permite acercarse a pocos cientos de metros de este espectáculo natural.

Varias agencias turísticas islandesas ya operan excursiones guiadas al nuevo volcán. Quizá esa sea la forma más segura y sencilla de llegar a él, aunque, si preferimos correr la aventura de manera individual, también podemos alquilar un coche y aparcarlo en los parkings 1 y 2 que ya se usaron para presenciar las erupciones de los dos años anteriores. Estos aparcamientos se encuentran al sur de la zona de lava.

Desde allí parte un sendero que lleva hasta el valle cercano a la colina de Keilir. La ruta, de unos 20 km de longitud (ida y vuelta), discurre por antiguos campos de lava y entre ondulaciones de un terreno que presenta tonalidades negruzcas, ocres, rojizas y, en algunos puntos, amarillentas, producto de los restos sulfúricos dejados por erupciones pasadas.

Erupción de un en la península de Reykjanes.Getty Images

También encontraremos pequeñas fumarolas y el tozudo musgo islandés, empeñado en habitar donde nadie más puede hacerlo.

Físicamente, no es una ruta demasiado exigente, pero al existir tramos en los que el terreno es bastante irregular, debemos tener en cuenta que nos costará unas 6 horas recorrerla. A ello habrá que añadirle el tiempo que queramos dedicarle a la observación del volcán.

Tras haber vivido en primera persona las erupciones de Geldingadalur y Meradalir, os recomiendo que, si vais a visitar Islandia durante la época en la que este nuevo volcán esté activo, no dudéis en acercaros a verlo.

Eso sí, siempre hay que tener muy en cuenta la seguridad, y para ello podéis consultar los avisos oficiales actualizados en webs como Vedur.is, perteneciente a la oficina meteorológica oficial del país.

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En cuanto al mejor momento para vivir esta experiencia, no hay lugar a dudas: la noche. Presenciar un volcán es siempre llamativo y atractivo, pero hacerlo en la oscuridad de la noche es algo que jamás olvidaréis.

Un buen abrigo, una pequeña manta, un termo de café caliente y unas buenas botas de trekking será lo único que necesitaréis para disfrutar de uno de los mejores espectáculos naturales que nos brinda nuestro planeta.

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