ETB, testigo del hacinamiento en las cárceles colombianas

Los reos de las cárceles de toda Sudamérica y, en este caso, de Colombia, tienen que hacer frente en su día a día a una doble condena: además de cumplir la pena impuesta por el juez, tienen que cargar con la pesada carga que supone amanecer en un lugar hacinado, con complicadas condiciones de vida, como ha comprobado in situ nuestra compañera Arantxi Padilla.

En la cárcel Modelo de Bogotá, por ejemplo, hay 5.432 presos encerrados en un edificio diseñado para dar cabida a un máximo de 2.907, y en ocasiones ese número ha llegado hasta los 8.000. Amontonados, deambulando por pasillos y patios que por las noches les sirven de improvisado lugar para dormir, los presos tratan de pasar el tiempo de la mejor manera posible, en un sitio donde todo se puede comprar y vender.

Si la degradación fuera clasificable, se podría decir que los extranjeros, en otros módulos, viven mejor que los presos locales. Uno de esos presos extranjeros es Joxe Mari Urdanpilleta, un azpeitiarra condenado a 10 años y ocho meses de prisión de los que ya ha cumplido dos.

Mientras, el Gobierno planea hacer más cárceles para terminar con la superpoblación, pero, como reconocen los propios trabajadores de las instituciones penitenciarias, quizás, antes de crear cárceles más amplias, haya que tomar otro tipo de medidas educativas o laborales.